Nuestra identidad hace que nos fijemos sólo en eso que quiere que nos fijemos y que no veamos nada del resto. Si yo, por ejemplo, entro en una habitación y sólo veo aquello que me disgusta, no habrá espacio en mi mente para que vea aquello que sí que me gusta.

Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo muestra…

Vamos a hacer un pequeño ejercicio para entenderlo con más claridad. Le voy a pedir que durante medio minuto gire la cabeza hacia atrás, hacia la derecha y hacia la izquierda, y busque algo de color amarillo. Supongo que, cuando le he pedido que haga el ejercicio, habrá intentado encontrar todos los objetos de color amarillo. Ahora, me gustaría preguntarle sobre aquellos objetos que tienen color morado. Si no ha visto ninguno, gire de nuevo la cabeza y, por favor, busque. Nuestra atención es selectiva y tiende sólo a ver lo que se busca de forma activa.

Le pondré otro ejemplo. Si es usted mujer y ha estado alguna vez embarazada, se dará cuenta de la cantidad de mujeres embarazadas que empieza a ver por la calle.

Si usted está pensando en comprarse un coche negro o rojo, verá cómo empieza a ver muchos coches de ese color. Este fenómeno tan sorprendente se debe a que en el tallo del cerebro existe una estructura, llamada «sistema reticular activador ascendente» o SRAA, cuya misión es dirigir la atención hacia aquello que es más relevante para nosotros. Nuestra atención es selectiva y, por eso, «lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo muestra».

Tomado del libro Reinventarse, tu segunda oportunidad – del Dr. Mario Alonso Puig

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